El alcohol y los jóvenes


Pensaba que tomar era parte de la vida social, que el alcohol entre los jóvenes de mi edad evidenciaba libertad, que era la realización personal, profesional y laboral, a pesar de que mi abuelo murió de cirrosis hepática por alcoholismo y de que tengo un padre alcohólico; por eso no podía creer que esto era una enfermedad.

Para mí el salir a algún antro, fiesta, bar, etcétera era cotidiano y me daba estatus; comencé a beber en la universidad durante los miércoles de barra libre. Tomaba ocasionalmente, después ya era en cada fiesta y en cada cena o convivencia y rápidamente comencé a ser el que proponía salir o hacer alguna fiesta para tomar. Sin darme cuenta el alcohol comenzó a ser parte de mi vida.

Pensé que todos los chavos de mi edad tomaban y que finalmente pertenecía a algo. Rápidamente mi vida giró en torno al alcohol y no podía ver hacia dónde iba, no sentía cómo estaba cayendo en un pozo de profunda inconsciencia. Mi egoísmo y mi ego fueron creciendo con cada copa de vino. Descubrí que el alcohol era una forma excelente de comprar amigos y así me rodeé de amistades vacías.

Yo decía que mi madre no entendía que los jóvenes así nos divertíamos. Luego me fui hundiendo más en el alcoholismo hasta que perdí mi trabajo. No podía parar de tomar y comencé a quedarme solo, sin amigos y sin familia. Sentí un miedo enorme cuando descubrí que ya no podía dejar de alcoholizarme. Recordar la muerte de mi abuelo me aterrorizaba.
Una madrugada mientras bebía iba manejando solo y sin rumbo y comencé a llorar y a pedirle a Dios que me ayudara porque ya no quería ser así. Al día siguiente llegué a mi casa, mi madre me sugirió ir a un grupo de Alcohólicos Anónimos, y decidí darme la oportunidad.

Me recibieron como si me conocieran y me hubiesen estado esperando desde hace mucho. Me abrazaron y me dijeron “siéntate, no pasa nada”. Me quedé a la junta y al siguiente día me llamó un compañero y me dijo que ya no estaba solo y que fuera al grupo. Seguí asistiendo y con el paso de los días me fui dando cuenta de la enfermedad que tenía. Un mes después me apadriné formalmente y desde ese día mi padrino me ha guiado con amor y respeto. Pasó poco para que volviera a recupera mi trabajo, a mi familia, el amor por mí mismo y, lo más importante, la fe en mi Poder Superior.

Tengo cinco meses de sobriedad y milito en el grupo Otro Despertar, ya tengo un plan de vida definido. Acepté ser un enfermo alcohólico y he elegido permanecer en recuperación el resto de mi vida, viviendo para servir a mis hermanos que sufren de alcoholismo.

Ricardo S.

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