En Las Manos de Dios

Aún en el umbral de la muerte, se puede tener fe…

Sólo por la gracia de Dios, desde mi lecho de enferma y con mi corazón lleno de gratitud, quiero compartir con ustedes un mensaje de fe y esperanza.

Hace 6 años conocí la hermosa Comunidad de Alcohólicos Anónimos, estos seis años han sido de una vida maravillosa en mi grupo “Información”. Me siento feliz de ser una mujer privilegiada, entre tantos hombres y mujeres del mundo que aún sufren esta enfermedad llamada alcoholismo.

En estos años he tratado de expresar mi gratitud siendo obediente a los principios espirituales que me brinda Dios a través del programa de AA, principios que han trasformado mi vida y me ha convertido en un ser útil a Dios y a mis semejantes, motivo por el cual he recibido muchas bendiciones.

En su infinita misericordia, Dios me salvó de las garras del alcohol, me convirtió en una mujer feliz y llenó de Amor y Gratitud mi ser y mi hogar. Cada 24 horas se vigoriza mi espíritu para soportar las adversidades con fortaleza y con fe.

De repente, cuando todos mis asuntos estaban saliendo en la mejor forma y me encontraba entregada por completo al servicio en mi grupo, llevando el mensaje al alcohólico que aún sufre y creciendo cada día más en los campos espiritual, emocional, social, familiar y económico, como un tornado que en un instante todo lo arrasa, apareció en mí otra dolorosa enfermedad mortal; su solo nombre causa escozor: “Cáncer Gástrico Metástasico al hueso”. El dolor, la tristeza, la desolación y la confusión me invadieron; llegué a pensar que ni siquiera el programa de AA sería suficiente para soportar mi tragedia; mi primera reacción fue no decírselo a mis dos hijos, ni a mi pareja, ni a mis hermanos, ni a ninguno de mis parientes, ni siquiera a mis compañeros del grupo; sólo me quedaba la compañía de Dios en medio de tanto dolor. Entonces decidí esconder todos los exámenes médicos para no causar dolor a las personas que tanto amo y que me aman. Pero algún día tendrían que saberlo; así que imploré la guía de Dios para dar esta terrible noticia a mis parientes y allegados y, al mismo tiempo, llevarles un mensaje de fe y fortaleza.

Pasaron varios días de confusión en los que yo no sabía qué hacer, hasta que recordé la vieja idea de que “la verdadera amistad hace más llevadera la desgracia”, y acudí a mi gran amiga Stella quien, al momento de elaborar este escrito, prestaba servicio en la Oficina de Intergrupos Bogotá. Desde que compartí con ella mis dificultades, ha sido mi ángel. Me escucha, me ayuda a tener fe y fortaleza, y me orienta para tomar mis decisiones. Estoy infinitamente agradecida por tanto amor.

Fue así como Dios en su infinita misericordia me iluminó y me dio el valor para comenzar el proceso: al comienzo, negación, luego admisión y aceptación y, finalmente, rendición total, entregando a Él mi vida y mi voluntad. Él puso en mi boca las palabras adecuadas para comunicar a todos lo que me estaba sucediendo, para que unidos a través de la espiritualidad, inspirados en Su Gracia, pudiéramos salir adelante en esta dura prueba.

Deseo dejar huella. Este mensaje es el mejor regalo que puedo dar: Soy rica espiritualmente, porque ahora tengo la capacidad de amar, soñar, servir, perdonar y ser perdonada. Gracias a esta enfermedad mi fe creció, a pesar de todos los estragos que ha hecho en mi vida, me ha traído muchas bendiciones, una de ellas fue unir a mi familia a través del dolor; hacía muchos años que no nos comunicábamos ni siquiera por teléfono. Solo vivía con mis dos hijos, de los cuales soy padre y madre. El encuentro con mi familia fue maravilloso y llenó mis días de amor y felicidad, a pesar del dolor y la tristeza. Cuando me visitan me dan fortaleza y reciben mi testimonio de fe y espiritualidad; se sorprenden al observar mi capacidad de aceptar este hecho tan doloroso. Cuán duro fue el golpe que recibí al escuchar, de parte de los especialistas, la gravedad de mi caso. ¡Qué grande es Dios!: primero me saca de las garras del alcohol, y ahora me lleva de su mano en esta dura prueba.

Constantemente recibo información sobre mi enfermedad, cómo evoluciona, cómo responde al tratamiento, cuáles son las alternativas para encararla y qué esperanzas pudiera albergar. Después de hablar de todos estos temas con los especialistas y con mi familia vuelvo a quedar a solas, con mi propia imaginación, miedos, angustias, desolación y dolor. ¿Qué debo hacer para recuperarme? ¿Qué tratamientos ayudarían a mi cuerpo a deshacerse del Cáncer? ¿Cómo soportar el dolor, si los mismos médicos me han desahuciado y me dicen que, siendo una enfermedad terminal, debo escoger entre quedarme en la clínica o compartir los últimos días o meses en casa con mi Familia? Ante este último interrogante he decidido quedarme en casa porque tengo fe en que Dios, el médico de médicos me curará. Unidos en la fe y la oración, Dios nos escuchará y el sueño del milagro será realidad.

Me han dicho los médicos que ningún ser humano soporta estos dolores, que mi sistema óseo está fracturado y que no puedo caminar. La morfina no será suficiente para calmar el dolor. …. Bueno: ¿y mi dolor físico, mental, espiritual y emocional? Ver como mi vida se acaba lentamente, mi cuerpo se deteriora, saber que voy a morir en cualquier momento, y que esta agonía es lenta y terriblemente dolorosa; Imaginar los indeseables efectos del tratamiento, lo terrible de las quimio y radio terapias: náuseas, vómitos, caída del cabello, dolores insoportables en mis huesos rotos hasta perder el conocimiento, etc. A todo lo anterior se agrega mi impotencia, la de de mi familia por no poder hacer nada, sólo queda orar y esperar el milagro.

El fragmentar mi vida en períodos de 24 horas me ha servido para mitigar el dolor contando de uno a cinco minutos, el instante el aquí y el ahora. Eso me lo enseñó el programa de AA de esa manera aprendí a conocer mi cáncer y a manejar las crisis con mucha fe. ¿Me sentiré pesimista u optimista, temerosa o tranquila? Según sea mi estado mental, será mi reacción al dolor, y será mi aporte positivo al tratamiento.

De acuerdo con lo anterior, para reforzar mi capacidad corporal para soportar, imagino escenas llenas de fe y esperanza; acudo a mis creencias, conocimientos e imaginaciones sobre el cáncer y los tratamientos. El cáncer ataca destruye y corroe de adentro hacia fuera; pero mi sistema curativo es muy fuerte y no se dejará vencer, ya que mi fe en Dios me ayudará a debilitarlo creando en mi mente imágenes nuevas y positivas ¡Oh Dios cuanto miedo siento, señor Dios mío te suplico una bendición de fortaleza, ánimo y salud para no dejarme derrotar por los dolores que desgarran mi alma y la angustia que me atormenta. La mayor tragedia que me podría ocurrir seria perder la fe, pero es lo que me sobra. Levanto mis manos y le imploro; Dios me da fuerzas y mis cargas se vuelven livianas.

Amigos, estoy pasando una dura prueba pero, aún agobiada por la tristeza las penas y la angustia, seguiré avanzando, porque Dios está conmigo. No conozco el camino para evitar el dolor, pero si puedo caminarlo de la mano de Dios; de su mano no desmayaré ni me detendré, aun con barreras y tropiezos, seguiré avanzando hasta el final, aunque esté afligida, seguiré; con mi corazón atormentado y lleno de lamentos, mi camino hacia Dios.

Hoy me siento llena de fe y fortaleza, he podido crecer espiritualmente y llevar el mensaje de fe. Muchos llevan en su alma los cánceres del odio, del rencor, de la envidia y del resentimiento; tal vez no sepan que si se interesaran por cambiar y hacer reparaciones y si se prepararan para un despertar espiritual, que es el punto de partida hacia un destino feliz, podrán perdonar y ser perdonados.

Estoy preparada para cumplir la voluntad de Dios cualquiera que sea; si debo partir me voy tranquila, con muchas bendiciones y la satisfacción de haber podido enmendar mis errores y estar en paz con Él, conmigo misma y con mis semejantes; si su voluntad es darme otra oportunidad, cuán maravilloso sería seguir llevando el mensaje de AA y la esperanza de que todo en la vida tiene solución, si se descansa en las manos de Dios.

Tu mano, señor es más fuerte que mi silla de ruedas. Acompáñame a terminar mi sendero, dame amor y paciencia, que yo con el inmenso amor que siento por ti devolveré con gratitud y fe.

Cualquiera sea nuestro destino, Dios mediante, nos veremos en la eternidad para formar un grupo de A.A. donde el coordinador será Él.

Con amor,

Esperanza J., Bogotá.